El tiempo. Variable intangible, media artificial que atraviesa la vida del hombre para determinarla. El tiempo existe pero no. Se mueve pero no. Crece, pasa, se expande, se detiene, pero no. El tiempo que cambia en cada instante de la vida del hombre, se extiende y se concentra según la intensidad de las vivencias. Pilar Alonso plantea una reflexión que deja desnudas las fórmulas para medir la mayor construcción del ser humano, el tiempo. Aquella que pone límites a lo real permitiéndonos, si quiera de lejos, acercarnos a su comprensión.
Concebida como un escenario, un concepto que es real encima de las tablas y mientras se representa, la pieza utiliza una gran caja de luz para recrear la artificialidad de nuestras vidas mostrarnos las tres principales fórmulas de entender el tiempo:
El tiempo abstracto. El mayor artificio de una sociedad que se divide en temporadas, estaciones, cursos, días, minutos y horas. Formada por cuatro elementos de dos metros de alto por uno de ancho cada uno, la caja de luz representa, como las marquesinas de una parada del bus, el tiempo ajeno que nos lleva y nos trae. Un tren siempre por pasar, un cruce de caminos, una oportunidad, una meta.
El tiempo de la creación. Mezcla de biología y personalidad, habla de las ideas fruto de las circunstancias, de las claves que explican el porqué de una obra. Atravesando el espacio, es un tiempo en blanco y negro poblado de obsesiones, como perros que trotan por nuestro universo, e interaccionan con la escena repitiéndose una y otra vez.
El tiempo biológico. Inexorable, Es la tramoya del escenario, oscura y misteriosa, es la esencia de nuestra humanidad. A través de dos grietas de entrada y salida, representa el lugar dónde se organiza todo, un lugar dónde los ritmos cambian a merced de la Naturaleza, sin contar con nosotros. Entrada y salida, nacimiento y muerte, principio y fin.
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